Se conoce como “milagro económico chileno” al proceso de transformación integral que aconteció en la economía de dicho país, siendo un concepto acuñado por el economista Milton Friedman en alusión a lo que fue el “milagro económico alemán”, la gran recuperación alemana de posguerra. Se trata de una transformación que inició en el marco de la dictadura militar de Augusto Pinochet y que se profundizó con la llegada de la democracia en 1990.
En primer lugar, hay que tener en cuenta la situación económica de Chile antes de la llegada de Pinochet, durante el gobierno de Salvador Allende (1970-1973). El gobierno de Allende tenía un fuerte carácter socialista e intentó instaurar su ideología de forma democrática. Sus principales medidas fueron las masivas nacionalizaciones de los rubros más importantes (como la industria el cobre, el carbón, el hierro y el acero), el control de precios, el aumento del gasto público y los impuestos, la regulación general de toda la economía (como la reforma agraria), la estatización de las empresas industriales más grandes del país e incluso se pretendía controlar la banca y los derechos de propiedad privada, mediante el fomento de organizaciones sociales, políticas y comunales a cargo de la planificación directa del estado. El primer año del gobierno de Allende mostró buenos resultados (1971), pero como decía Margaret Thatcher, el socialismo deja de funcionar cuando se acaba el dinero de los demás. Efectivamente, el resultado de todo esto fue un grotesco incremento del déficit fiscal (el más alto de toda la historia chilena), el cuál al ser financiado con emisión monetaria, derivó en una hiperinflación que alcanzó el 350% en 1973. Los salarios se redujeron casi a la mitad en un solo año (a pesar de todos los controles que pretendían fijarlos a su antojo), empeoraron prácticamente todas las variables sociales (pobreza, indigencia y desempleo) y la situación política se tornó fuertemente inestable con la aparición de los famosos “cacerolazos” (algo que también conocemos en Argentina) y protestas masivas. El colapso económico terminó en un colapso político y de esta forma, el 11 de septiembre de 1973 las fuerzas armadas toman el poder y Allende se suicida.
Los primeros pasos de la gestión económica de Pinochet parecían sin rumbo. La dictadura no contaba con un plan económico y no estaba preparada para gobernar un país. La inflación continuaba en alza mientras los salarios se derretían, prácticamente lo único que hicieron fue aumentar el gasto militar para consolidarse en el poder. Sin embargo, de forma repentina, Pinochet tuerce totalmente su política económica y convoca a un grupo de economistas conocidos como “los Chicago Boys”. Se trataba de un grupo de personas influenciadas por el famoso economista liberal Milton Friedman y que fueron los primeros protagonistas de la gran transformación. Finalmente, Pinochet recibió a Friedman el 21 de abril de 1975 y aceptó los parámetros que el economista le proponía. Se optó por la llamada “terapia de choque” que incluía la baja generalizada del gato público (que alcanzaba casi un 40% de la economía), reforma del sistema monetario, flexibilización laboral, liberalización de los precios, disminución de la cantidad de empleados públicos en un 30%, desregulación general de los mercados y la liberación gradual del comercio. Los resultados fueron relativamente favorables. El desempleo, que en 1975 había alcanzado la suma de 14%, se redujo a menos de 10% en 1981. La renta per cápita y la economía presentaron una recuperación notable que alcanzó y superó los niveles previos a la crisis de Allende. El crecimiento se detuvo en 1982 y Chile entró en una crisis financiera que disparó el desempleo y la economía se derrumbó. La crisis se debió principalmente a una fuerte devaluación del peso chileno y a las crisis financiaras de los países de Latinoamérica durante la década del 80. Se vivía un complejo contexto internacional marcado por los shocks petroleros y energéticos, además de una creciente estanflación en todos los países de la región e incluso del mundo desarrollado. Lejos de cambiar el rumbo, se intensificaron las reformas que habían quedado a medio hacer. Se volvió a reducir el gasto público (a niveles cercanos al 20%), se privatizaron casi todas las empresas públicas y los bancos intervenidos por el estado, incluso el sistema previsional pasó a ser privado y a capitalizarse. Desde de la salida de esta crisis hasta nuestros días, Chile jamás volvió a tener otra y se triplicó su renta per cápita, siendo el país más rico de la región. La transformación económica no acabó con la dictadura, pues en democracia, los distintos espacios políticos se dieron cuenta de que el modelo económico era el correcto y lo que había que erradicar era el totalitarismo político propio de la dictadura de Pinochet. La democracia jugó un papel muy importante en la liberalización del comercio de Chile con el mundo. Se firmaron 21 tratados de libre comercio desde 1996, entre ellos con Estados Unidos, China, Australia, Canadá, Singapur, Hong Kong, la Unión Europea, Noruega y Japón. Se profundizó la baja de los aranceles a la importación y la libertad económica en general, llegando a ser el octavo país más libre del mundo en el año 2010 y 2011 (según el Instituto Fraser). La liberalización del comercio provocó que Chile se especializara en sus ventajas naturales con respecto al mundo y así lograr competitividad. Dejando de lado los mitos y las fórmulas mágicas del proteccionismo, la economía chilena logró diversificarse ofreciendo todo aquello que fuera productivo producir en el país, mientras que el resto de las necesidades son brindadas por el comercio. Tanto fue el crecimiento que Chile experimentó, que las numerosas crisis de fines de la década del 90 y principios de los 2000 en Sudamérica (como en Argentina y en Brasil) casi no le afectaron, incluso fue uno de los países menos afectados por la crisis internacional de 2008 y 2009. Como se puede ver en el gráfico, los chilenos experimentaron un crecimiento en su renta per cápita sin precedentes en toda su historia y continúan creciendo (en azul claro se muestran los resultados de las reformas).
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La erradicación de la inflación también fue un logro profundizado en la democracia, pues si bien la dictadura de Pinochet había acabado con el desastre monetario de Allende, se mantuvo bastante alta (alrededor del 25%) y con la llegada de los gobiernos democráticos, se redujo a niveles inferiores al 5%.
Además de la parte económica, resta preguntarse sobre los factores sociales y su evolución. ¿El bienestar fue para unos pocos o todos pudieron beneficiarse del crecimiento? Como es de esperar, los resultados sociales son proporcionales a los resultados económicos. En 1987 la pobreza alcanzaba el 45.1% de la población mientras en 2015 la medición de la misma alcanzaba el 11.7% (según la última modificación del procedimiento para medir la pobreza chilena), es decir que se redujo a menos de un tercio de lo que era. Existen muchas mediciones alternativas de la pobreza chilena, pero todas señalan la misma tendencia a la baja. El desempleo en 2017 fue de 6.7% y se encuentra en mínimos históricos desde la década del 80. La inflación chilena es prácticamente inexistente, apenas del 2% en lo que va de 2018, y los salarios reales se duplicaron desde 1975 como se puede ver en el gráfico.
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Como si todo esto fuera poco, Chile mantiene una posición muy destacada dentro de América Latina. Hoy en día lidera el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y según datos del año 2014, lideraba el Índice de Desempeño Ambiental, mantenía el cuarto puesto en la calidad educativa (mostrando también excelentes resultados en las Pruebas Pisa) y el primer puesto en la calidad de la salud (HDI). Según datos del 2005, Chile mantenía el mejor puesto en calidad y expectativa de vida respectivamente, junto con la tasa de pobreza extrema más baja de la región después de Uruguay. Si bien es cierto que es un país relativamente desigual en cuanto a ingresos (si se mide la desigualdad a partir del Coeficiente de Gini), también es cierto que todos salieron ganando y que la desigualdad en sí misma se fue reduciendo. Según el Banco Mundial, en 1987 el coeficiente de Gini era de 56.2 mientras que en 2015 era de 47.7 (siendo 0 una sociedad perfectamente igual y 100 una sociedad perfectamente desigual). Algunos fragmentos de la sociedad chilena mejoraron más que otros, pero la realidad es que todos están mejor que antes. ¿Importa verdaderamente la desigualdad si todos en la sociedad progresaron? Claramente no, lo que importa en cualquier sociedad no es que unos se beneficien más que otros, sino que los que menos tienen estén cada vez mejor. En este caso no se abogó por la igualdad de resultados, sino por más oportunidades para todos (y por ende mayor igualdad de oportunidades). Chile tiene muchas cosas que debe corregir y mejorar, pero personalmente creo que este es el camino para que en algunas décadas se pueda convertir en un país desarrollado. Todo este proceso de transformación se puede sintetizar con una famosa frase del también mencionado economista Milton Friedman: “Una sociedad que priorice la igualdad por sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad por sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas”.
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