Pocos temas son tan discutidos y a la vez tan interesantes como los acontecimientos que tuvieron lugar en la Argentina en la década del 90. A nivel internacional, se trataba de una época de grandes cambios. La caída del muro de Berlín y posteriormente el derrumbare de aquel rancio y viejo socialismo imperante en Europa Oriental abrían un panorama para la globalización y la expansión de ideas favorables a la libertad. Prácticamente todos los países desarrollados abandonaron la antigua socialdemocracia y el amor por el gasto público e iniciaron reformas contundentes. Argentina no fue la excepción, simplemente fue parte del cambio global como respuesta a los acuciantes problemas que mantenía el país. La década del 80 fue para la Argentina un período de constante incertidumbre y decadencia. La gestión de la última dictadura militar había fracasado en todos sus planes de estabilización y dejaron el poder con un 433% de inflación. Los radicales levantaron las banderas de la democracia, pero también las de la inflación y la pobreza, tanto es así que el gobierno de Alfonsín abandonó el poder antes de tiempo en el medio de la peor hiperinflación de toda la historia argentina. En este contexto asume la presidencia Carlos Saúl Menem y en este artículo se analizarán sus diez años de gobierno, desde 1989 hasta 1999.
El primer gobierno de Menem se caracterizó por grandes reformas en la macroeconomía. Estas reformas se proyectaron en un notable incremento de la actividad económica que duraría hasta 1998, terminando con la constante recesión de la década del 80. El gráfico muestra el PBI per cápita desde 1900 hasta 1999 (en azul el período de Menem).
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Las reformas comenzaron con la propia “ley de reforma del estado”, que suponía un amplio panorama de privatización de la mayoría de las empresas públicas, así como la concesión de determinados servicios como la telefonía y el transporte ferroviario. Con esta ley, el estado nacional se ahorraba el costo fiscal de mantener empresas deficitarias y, por otro lado, se producía una sustancial mejora en la calidad de los servicios públicos a partir de la inversión del sector privado. En los años 1990 y 1991, se aprobaron numerosas medidas con el fin de iniciar un proceso de desregulación de la economía. Se liberalizaron los precios (incluyendo las tarifas de los servicios públicos), se abolieron las regulaciones sobre la producción agropecuaria (como la junta nacional de granos y la junta nacional de carnes) y se eliminaron los impuestos a las exportaciones de commodities (las retenciones). En 1991 el ministro de economía Domingo Cavallo decretó la libre convertibilidad del peso con el dólar, de forma tal que el Banco Central perdía el poder de emitir dinero sin debido respaldo con reservas y de esta forma se logró la estabilidad monetaria luego de más de 40 años de devaluación sistemática.
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Si bien no todas las privatizaciones fueron exitosas, pues en muchos rubros se crearon monopolios a partir de concesiones, lo cierto es que hubo una notable mejora en la calidad de los servicios públicos. Cabe destacar al sector energético con especial énfasis, debido a que experimentó un alza sin precedentes desde la época de Frondizi. Volvieron las inversiones en la producción de petróleo y gas natural, y la Argentina pasó de importar energía a exportarla al mundo. La privatización de Gas del Estado y de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) ayudaron en gran parte a aumentar la producción de energía. En 1992 la producción de petróleo medida en miles de metros cúbicos por día era de 32.254 y la de gas natural de 25.328 mientras que, a fines de 1998, la producción ascendía a 49.152 y 38.636 respectivamente. Dichos niveles nunca volvieron a ser alcanzados.
El gobierno de Menem logró solucionar muchos problemas, pero otros se acrecentaron y no lograron ser corregidos a tiempo. Probablemente el problema mas acuciante de la década del 90 fue el desempleo. Desde 1992 hasta 1995 el desempleo aumentó desde un 7% hasta un 17.5% en 1995, agravando la situación el llamado “efecto tequila”, la crisis mexicana que impactó en Argentina. Al contrario de lo que se cree, el desempleo no fue un producto de la convertibilidad, de cierta apertura económica o de flexibilidad laboral. De hecho, hasta 1995 las cargas sociales sobre el salario se mantuvieron al mismo nivel que en la década del 80, siendo este nivel muy superior al mundo (mientras en promedio el mundo alcanzaba el 25%, nosotros manteníamos cargas del 50%). El aumento del desempleo provino del atraso cambiario (baja del tipo de cambio real), una consecuencia del aumento del gasto público que a partir de 1991 comenzó a subir hasta 1995. Esta pérdida de competitividad elevó los costos de producción notablemente, lo que fue fatal para muchos sectores que debían competir con importaciones. El déficit de cuenta corriente también fue un factor característico de este fenómeno. En su segundo gobierno, Menem comenzó a reducir las cargas sociales desde el 50% hasta a cerca de un 38% en 1998 y 1999. El resultado fue una baja general del desempleo, desde aquel 17.5% a un 12.9% en el mismo período, solo interrumpida por la recesión de 1999. Otro gran problema que quedó sin solución fue el déficit fiscal, que comenzó a aumentar desde 1993, abriendo paso a un constante financiamiento a base de deuda. Esta deuda pasó de 71.000 millones de dólares a 123.000 millones en seis años.
Haciendo un balance general de la gestión menemista, asumiendo los errores y los aciertos, personalmente creo que se trató de la mejor gestión desde la vuelta de la democracia. Todo gobierno es bueno o malo dependiendo de con qué lo comparamos, y comparando esta gestión con todas las demás que tuvimos (y sufrimos muchas veces) desde 1983, me resulta claro que ningún gobierno tomó medidas tan contundentes para llevar al país hacia la normalidad, sin inflación y con economía de mercado. Sin duda fue una oportunidad perdida, pues luego de la crisis financiera del año 2001, todo lo que en verdad se había hecho bien fue destruido y se retornó al ideario corporativista que tenemos hoy.
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